“Give It Time” es una de esas canciones que no solo se escuchan, que se sienten en lo más profundo. Desde el primer instante, se percibe la dualidad emocional entre dos personas que intentan comprender el final de una historia que alguna vez fue todo para ellas. Lo curioso es cómo el tema juega con las perspectivas: en el primer verso parece que escuchamos la voz de ella, pero al mismo tiempo está él, reflejado en cada palabra, en cada pensamiento compartido. Ambos están atrapados en el mismo dolor, como si las emociones se espejearan una frente a la otra.
El coro, en cambio, es un pequeño rayo de esperanza. Él aún confía en que todo esto es solo una pausa oscura, un punto de inflexión que el tiempo puede sanar. Y es precisamente ese contraste —entre el derrumbe y la posibilidad de reconstrucción— lo que hace que la canción tenga un peso emocional tan auténtico.
La segunda parte del tema es casi catártica. Ambos parecen entender que seguir aferrados al pasado es inútil, que ese “torniquete del trauma” del que hablan ya no los sostiene, sino que los asfixia. Es entonces cuando llega esa sensación de liberación, como si finalmente se abrieran las ventanas después de una tormenta larga y silenciosa.
Pero lo que más me impactó fue la combinación del sonido: no todo es electrónico ni frío. Entre los sintetizadores aparecen texturas orgánicas, pequeñas pinceladas que hacen que todo suene más humano, más vivo. Esa mezcla logra que el mensaje cale de verdad. Y si te detienes a escuchar las letras —en especial el verso “Entre llamas y sombras me levanto, cada herida es un faro que me guía a mí misma”— entendés que lo que se narra no es solo una ruptura amorosa, sino un renacimiento.
“Give It Time” es una experiencia inmersiva, de esas que te obligan a mirar hacia adentro y repensar tus propias heridas. No es una canción de tristeza, sino de transformación. Te sacude, te hace sentir vulnerable, pero también te deja con la esperanza de que, con el paso del tiempo, las cosas pueden empezar de nuevo.
